Conexión hispano-argentina (rock)

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El término "conexión hispano-argentina" (también suelen usarse las expresiones "conexión argentina", "sección argentina", "selección argentina" y –sobre todo- "Invasión argentina") fue utilizado, originalmente, por la crítica musical española para referirse a un fenómeno histórico que se dio entre 1975 y 1978 y que consistió en la llegada y establecimiento en España de un nutrido grupo de músicos argentinos (compositores, vocalistas, guitarristas e incluso productores) y su integración e influencia en la escena rockera del país de acogida.[1][2]

Por extensión, se ha usado también para englobar fenómenos similares pero acaecidos en años posteriores; consistentes, sobre todo, en la existencia de solistas o bandas de rock (compuestas por naturales de los dos países: Argentina y España) con residencia, éxito y arraigo en ambas naciones.[3]

En cualquier caso, no es una expresión fija y establecida (quizás ni siquiera la más usada), por lo que pueden encontrarse otras similares para describir el mismo fenómeno.

Antecedentes y situación previa (años 50, 60 y primeros 70)

Los 5 Latinos circa 1960

De entre todos los países hispanoparlantes, son, precisamente España y Argentina los que poseen las tradiciones y escenas de rock más consistentes, potentes y arraigadas; las únicas que se han desarrollado sin interrupciones desde finales de los años 50 y las únicas, también, que pueden compararse sin complejos con las de los países anglosajones y de Europa Occidental.[4][5]

No obstante, y como venía siendo común a todo el mundo de habla española, los contactos entre ambas escenas fueron, desde el principio, prácticamente inexistentes.[6] Cada una de ellas tenía como referente los focos originales (Estados Unidos y Reino Unido), sí. Pero mientras en el caso español pesaban también mucho las influencias procedentes del resto de Europa (sobre todo Francia, Italia y -posteriormente- Alemania);[7] en Argentina, su posición geográfica y cultural la relacionaba más con Uruguay (que desarrolló desde muy pronto una escena inusitadamente viva y consolidada) y con Brasil (uno de los países musicalmente más activos e influyentes del mundo).[8] En cualquier caso, las relaciones entre el rock argentino y el español sencillamente no existieron durante las primeras décadas.

Hubo, desde luego, casos aislados, pero fueron contactos casi epidérmicos. A principios de los 60 el argentino Tony Vilar versionó el tema "Quince años tiene mi amor" de los españoles Dúo Dinámico; mientras que en 1969 los españoles Los Sírex hicieron lo propio con la canción "Voy a pintar las paredes con tu nombre" de los argentinos Los Tíos Queridos. También puede citarse el caso de Los Cinco Latinos, que gozaron de mucha popularidad en España a principios de la década.

Los TNT a principios de los 60

En ese sentido, no cuenta el éxito en las listas españolas del argentino Palito Ortega porque, cuando éste tiene lugar, el artista ha abandonado sus orígenes rockeros para decantarse por la canción melódica. Ni, desde luego, los casos de Alberto Cortez y Luis Aguilé -cantantes argentinos establecidos en España en torno a 1963-; y por la misma razón: cuando Cortez y Aguilé se instalan en el país europeo (y obtienen un notable éxito de ventas) ya no son intérpretes de rock sino de estilos más melódicos y convencionales.

Recíprocamente, tampoco sirven ejemplos de clásicos del rock español que tuvieron resonancia en las listas de ventas del país suramericano entre 1966 y 1970, como "Black Is Black" de Los Bravos, "Himno a la Alegría" de Miguel Ríos o "Mamy Blue" de los Pop Tops; ya que fueron éxitos a nivel mundial en los que, a la hora de su difusión en Argentina, no pesó tanto su origen español como el hecho de ser un fenómeno mainstream internacional (que afectó también al mercado anglosajón).[9]

Los únicos antecedentes que sí podrían mencionarse son los de Waldo de los Ríos, un compositor, arreglista y productor que se estableció en España en 1962 y que se relacionó intensamente con la escena pop española (suyos fueron los arreglos que convirtieron el "Himno a la Alegría" de Miguel Ríos en un éxito internacional); Adolfo Waitzman, otro productor y arreglista de similar fama e importancia en el ámbito del pop español; Los T.N.T., un trío dedicado al pop y al doo wop que se instaló en el país por la misma época y que tuvo mucho éxito hasta 1964 (aunque eran uruguayos, su proyección se había realizado a través de la escena argentina); Billy Cafaro, cantante de rock y twist que obtuvo un éxito masivo en su país de origen y que se estableció en España entre 1960 y 1963 (aunque sin obtener la repercusión que esperaba); y B.B. Muñoz, un músico bonaerense que, instalado en el país europeo a finales de los 60, se integró en la escena progresiva y sinfónica española de los 70, publicando un par de Lp’s adscritos a ese tipo de sonidos entre 1972 y 1975.[10]

En cualquier caso, insistir en que más allá de estos casos puntuales y episódicos, el rock español y el argentino siguieron sus propias evoluciones paralelas totalmente separados el uno del otro y sin apenas contacto entre sí. Más conectado con las corrientes internacionales y, por lo tanto, más receptivo a las modas y movimientos dominantes en cada momento el europeo; más idiosincrático, aislado (y por eso mismo quizás más peculiar y original) el suramericano.[11]

1973-76. Contexto histórico y socio-político.

Disturbios en el aeropuerto de Ezeiza (Argentina, 1973)

A mediados de los 70’s, la República Argentina vivía una situación política y social muy convulsa. En pocos años, los acontecimientos se precipitaron. Tras la caída de la dictadura militar de 1966-1972 se habían producido, sin solución de continuidad, el retorno de Juan Domingo Perón, la muerte de éste y la presidencia su esposa. Al mismo tiempo, azotaba al país una grave crisis económica. El resultado fue una extrema polarización social y política y, sobre todo, la extensión de la violencia (tanto del terrorismo de diferente signo como de la guerrilla urbana). En marzo de 1976 se produjo un golpe de estado que llevó al poder a una Junta militar. La subsiguiente dictadura duró hasta 1983 y se caracterizó por una fortísima represión, con un número de “desaparecidos” (ejecutados extrajudicialmente por los militares y la policía) que oscila entre los 9.000 y los 30.000, según fuentes.[12] Eso provocó que numerosas personas (no todas significadas políticamente) tuviesen que exiliarse fuera del país.[13]

Por los mismos años, la España tardofranquista también atravesaba su propia crisis política. Los últimos años del régimen de Franco y los inmediatamente posteriores a su muerte, estuvieron llenos de incertidumbres y convulsiones. Aunque (y esto es muy importante), sin alcanzar ni de lejos el grado a que se había llegado en Argentina.[14] El terrorismo nunca fue un problema comparable, ni existió nada parecido a la guerrilla urbana. A eso se suma que la crisis económica fue mucho menos rigurosa y que el país, convertido en una sociedad de clase media homologable a las del resto de Europa occidental, parecía apostar por una transición “tranquila” hacia la democracia.[15] Por último, hay que señalar que el propio régimen franquista había mostrado siempre una cierta simpatía hacia el Peronismo.[16] Así que no fue de extrañar que muchos de los exiliados argentinos que huían de la represión militar y de la violencia política en su país eligiesen España como su principal destino. Y entre ellos, hubo un buen número de profesionales y artistas relacionados con el rock. Tanto músicos como productores y compositores.

1975-1978. La conexión (o “invasión”) argentina en el Rock español

La instalación en España de músicos argentinos, dejando aparte los casos ya mencionados, comenzó en 1975. Ese año, la banda Aquelarre, compuesta por Rodolfo García , Emilio del Guercio (ambos ex miembros de los míticos Almendra, que había liderado Luis Alberto Spinetta), Hugo González Neira y Héctor Starc se estableció en el país europeo. Las razones fueron varias. Por una parte, se debían a la propia evolución vital del grupo (que quería probar suerte en una escena diferente a la argentina). Por otra, la banda pretendía alejarse del enrarecido clima político y social de su país de origen.[17][18]

A ellos les siguieron, ya en 1976 y años inmediatamente posteriores -tras el golpe de estado y la instauración de la dictadura- otros muchos; entre los que destacan Moris, Ariel Rot, Alejo Stivel, Joe Borsani y su esposa María Teresa Campilongo, Roque Narvaja, Sergio Makaroff, Miguel Cantilo, Gustavo Montesano, Guillermo Piccolini y el famoso productor Jorge Álvarez.[19][20]

Casi todos tenían tras de sí un considerable bagaje relacionado con el rock de su país de origen. Moris había estado presente en los inicios de lo que en Argentina se conoce como Rock nacional y gozaba de un enorme prestigio. Lo mismo puede decirse de Miguel Cantilo (miembro del dúo Pedro y Pablo) y, sobre todo, de Jorge Álvarez (aunque en su caso en labores de producción y desarrollo discográfico; ya que había producido, grabado y apoyado a bandas y solistas seminales como Almendra, Luis Alberto Spinetta, Vox Dei, Pappo's Blues, Manal y otros; además de fundar el sello Mandioca). En cuanto a Joe Borsani, María Teresa Campilongo y Roque Narvaja su trayectoria anterior estaba más relacionada con el rock y el pop comercial, habiendo conocido el éxito con sus respectivas bandas Los Tíos Queridos y La Joven Guardia. Gustavo Montesano, por su parte, había sido miembro de la banda progresiva Crucis; mientras Sergio Makaroff había formado parte de un grupo llamado, precisamente, Los Hermanos Makaroff, con bastante eco entre 1972 y 1975. Por el contrario, Alejo Stivel, Ariel Rot y Guillermo Piccolini eran demasiado jóvenes cuando se instalan con sus familias en Europa como para haber desarrollado una carrera musical previa.[21] [22]

En cualquier caso, y como ya se ha dicho, todos ellos traían consigo una tradición propia, original e idiosincrática, procedente de una de las dos escenas rock hispanoparlantes más potentes y ricas, como era la de su país de origen (la otra, precisamente, era la de su país de acogida). Y su llegada dio lugar a uno de los fenómenos más curiosos, peculiares y fructíferos del rock español, poniendo en contacto real, por primera vez, las escenas de ambas naciones y permitiendo que cada una de ellas (al menos a largo plazo) fuese permeable a las influencias de la otra (aunque, quizás, la receptividad fue mayor, en primera instancia, por parte de la española; algo que puede explicarse sobre la base de las propias circunstancias del momento).[23]

Aquelarre en directo en España (1976)

Frente a lo que alguna vez se ha afirmado (sobre todo desde la prensa publicada en el país suramericano, y fruto de ese desconocimiento mutuo al que ya hemos aludido), la escena española no era un terreno virgen. El rock estaba arraigado desde finales de los 50, había conocido un verdadero auge durante los 60 (la que fue considerada su primera época dorada y durante la que obtuvo media docena de éxitos internacionales en los mercados de todo el mundo) y durante los años 70 seguía desarrollándose en paralelo a las corrientes dominantes en los países de su entorno. Su vigor, popularidad y riqueza era la misma que en Argentina . De hecho, cuando los músicos argentinos llegan al país europeo, el panorama estaba dominado por varios estilos y movimientos más o menos equivalentes a los que en aquel entonces se desarrollaban en el resto de Europa y en las naciones anglosajonas. Dejando aparte músicas más comerciales y sólo tangencialmente relacionadas con el rock como la Música disco, el Bubblegum pop o los cantantes melódicos, tras la desaparición de la moda progresiva los sonidos que entonces predominaba en España eran el Rock sinfónico, el Hard rock y, ya más tangencialmente , las tendencias experimentales (equiparables a lo que en Alemania representaba el Kraut rock).[24]

El género sinfónico estaba representado por bandas como Crack, Bloque, Ibio, Companyia Elèctrica Dharma, Iceberg, Pegasus, Música Urbana, Itoiz y docenas más. De hecho, incluso había terminado generando una corriente propia y original conocida como Rock andaluz (que sumaba al rock sinfónico influencias de la música popular andaluza y, sobre todo, del flamenco) y que en esos momentos obtenía un evidente éxito en todo el país con grupos como Goma, Imán, Cai, Guadalquivir, Alameda y, sobre todo, los fundamentales Triana.[25][26]

La otra corriente dominante era el mentado Hard rock, cultivado ya desde principios de la década de los 70 por formaciones como Epoca, Storm, Tapiman o los históricos Lone Star.[27] Y que también había terminado alumbrando un movimiento propio e idiosincrático hacia 1974, conocido desde entonces como Rock urbano y en el que destacaban grupos como Asfalto, Ñu, Coz, Unión Pacific, Tarántula, Moon y, poco tiempo después, Cucharada, Topo y los importantísimos Leño.[28][29]

En cuanto al experimentalismo -más minoritario-, conocía entonces un auténtico auge en ciudades como Barcelona con formaciones como Macromassa y otras.[30]

Moris, una auténtica figura de culto a ambos lados del Océano Atlántico

Existía, por último, una escena “outsider” de difícil adscripción. Formada por grupos como Mermelada, Burning, Indiana, Brakaman y otros, no guardaba ningún débito con el Rock sinfónico ni con el Hard rock. Sus sonidos se inspiraban en el rythm and blues tradicional, el rock and roll clásico, los viejos estilos de los 60 o el rock sucio, tardo-glam y pre-punk de The New York Dolls o Lou Reed. Lo singular de esta escena y lo que la dota de especial importancia es que, de alguna forma, era el equivalente español (en cuanto a espíritu, sonido y estética) de la que en Reino Unido había conformado el movimiento Pub rock y de la que en Estados Unidos estaba revitalizando el Power pop.[31] Y, como ellas, resultó ser un precedente claro y directo de lo que luego, apenas dos o tres años después, se conocería como Punk y New Wave, anticipando (en cierto sentido) el advenimiento de la Nueva Ola española y de La Movida.[32][33]

Fue en esta última corriente en la que terminaron integrándose la mayor parte de los “exiliados” argentinos. Quizás porque unos vieron en ella mayor afinidad con sus trayectorias anteriores (algo evidente sobre todo en el caso de Moris; pero también en los de Miguel Cantilo, Joe Borsani, María Teresa Campilongo y Sergio Makaroff). Quizás, también, porque la sensibilidad juvenil de otros (Ariel Rot, Alejo Stivel y Gustavo Montesano) detectó rápidamente la ventaja de lo nuevo, de lo diferente. Sea por una u otra cosa, lo cierto es que lo más nutrido de la “invasión argentina” terminó engrosando las filas de esa escena outsider, enriqueciéndola, reforzándola, insuflándole nuevas energías y trayendo consigo un bagaje rock importantísimo.[34]

Por el contrario, los históricos Aquelarre se integraron en la escena sinfónica (algo lógico y natural, pues su estilo encajaba perfectamente en ella y se distinguía poco del de sus compañeros españoles) mientras Roque Narvaja flirteaba con la del Rock urbano. Los primeros pasaron dos años tocando por todo el país, pero sin obtener demasiado eco y grabando apenas un par de temas para recopilatorios. Quizás la poca diferencia entre su sonido y el de las bandas españolas sinfónicas hizo que pasasen relativamente desapercibidos; que su propuesta –a pesar de su calidad- no tuviese un carácter especialmente novedoso para el público español aficionado a ese género. Así que en 1977 volvieron a Argentina y pusieron fin a su aventura española.[35] Roque Narvaja, por su parte, se convirtió en un compositor e intérprete prestigioso (sobre todo tras el éxito de la versión que el cantante español Miguel Ríos hizo de su tema “Santa Lucía” en 1980), lo que le permitió desarrollar una digna pero discreta carrera discográfica hasta su regreso a su país de origen en 1989.[36][37] En cualquier caso, tanto Aquelarre como Narvaja eligieron las escenas “dominantes” (los unos con poca o nula repercusión y el otro con un evidente pero fugaz éxito comercial). Quizás por ello no han pasado a formar parte de la memoria colectiva en el mismo grado, ni han alcanzado la importancia en la historia del rock español (pero sí en la de su país de origen) que el resto de sus compañeros de exilio.[38][39]

Relevancia y consecuencias

Miguel Cantilo a principios de los 80

Los argentinos que se integraron en esa otra escena alternativa y difícilmente clasificable, que no debía nada al Rock urbano ni al sinfónico, sí consiguieron una trascendencia notable. Unos alcanzando el éxito comercial y otros convirtiéndose en verdaderas figuras de culto.

El veterano Moris llegó a ser una especie de abanderado del resurgimiento del rock and roll tradicional. En 1978 grabó un Lp titulado “Fiebre de vivir” que, a día de hoy, es un clásico del rock español. En ese disco, además de desarrollar un estilo novedoso y extraordinariamente lírico en cuanto a las letras (muy relacionadas con la tradición argentina del rock nacional, lo que suponía toda una novedad en el panorama español), prefiguraba ya, en cuanto a sonido, muchas de las cosas que luego serían desarrolladas por la nueva ola española.[40] Desde ese momento, Moris pasó a ser un referente para el rock español y una auténtica figura de culto que ha sido reivindicada como influencia por multitud de bandas y solistas posteriores.[41][42]

Los jóvenes Ariel Rot y Alejo Stivel, por su parte, montaron, junto a tres músicos españoles, un grupo llamado Tequila que, asimilando sabiamente el estilo de The Rolling Stones y la tradición del rock nacional argentino (de hecho, incluyeron versiones de Manal y de otras bandas del país suramericano en casi todos sus álbumes), alcanzaron un éxito tremendo en España, convirtiéndose en la banda de rock más vendedora del país entre 1978 y 1981. Un auténtico fenómeno superventas y de fans. A la altura (e incluso por delante) de los sinfónico-andaluces Triana. Tras la disolución del grupo, ambos siguieron carreras productivas y exitosas (Rot como músico solista y, más tarde, componente de Los Rodríguez junto a su compatriota Andrés Calamaro; y Stivel como productor discográfico).

Archivo:Tequila (banda).jpg
Tequila, una banda compuesta por dos argentinos y tres españoles que fue un auténtico fenómeno superventas en España entre 1978 y 1982

Sergio Makaroff publicó algunos discos en solitario a partir de 1979 (con una repercusión comercial moderada pero con gran eco entre la crítica), convirtiéndose en una figura prestigiosa que prefiguraba la llegada de los nuevos sonidos de la New wave; y cuya importancia ha sido reivindicada constantemente desde entonces. Lo mismo ocurrió con Miguel Cantilo, que hacia 1979 creó una banda que incluía músicos argentinos (exiliados, como él) y españoles, claramente adscrita al estilo nuevaolero que entonces comenzaba a predominar en el país europeo. Al frente de ese nuevo grupo hispano-argentino, al que bautizó como Punch, Cantilo volvió a Argentina en 1980, dispuesto a divulgar los nuevos sonidos europeos en su patria (y aunque al principio tuvo dificultades, a la larga terminó obteniendo la resonancia que merecía).

Cuando la nueva ola española y el punk hicieron su aparición en torno a 1977-78, convulsionando la escena rock del país, los roqueros argentinos adscritos a esta “tercera vía” no sólo aguantaron perfectamente la embestida sino que se adaptaron a ella con sorprendente facilidad. Joe Borsani montó un grupo llamado Sissí que, a pesar de no tener mucho éxito comercial, lo posicionó ventajosamente en la nueva escena. Su ex mujer María Teresa Campilongo pasó a formar parte de una formación tan seminal como Rubi y Los Casinos (verdaderos iconos de la primerísima movida madrileña) y, posteriormente, desarrolló un estimable carrera en solitario. Y, pocos años después, Gustavo Montesano y Guillermo Piccolini se integraron como miembros fundadores en bandas tan famosas y vendedoras como Olé Olé y Los Toreros Muertos, respectivamente. Por su parte, el productor Jorge Álvarez alcanzó un éxito tremendo con sus lanzamientos (entre los que destacan los famosísimos Mecano, auténticos superventas a ambos lados del Océano Atlántico).

La mayor parte de los exiliados terminaron fijando su residencia en España. Aunque algunos, como Moris (al que el advenimiento de la New wave no terminó de favorecer desde el punto de vista comercial) volvieron a su país de origen a mediados de los 80.[43] Lo mismo hizo, algo después, Roque Narvaja; y (ya en los últimos años de su vida, en 2011) también regresó Jorge Álvarez .

En cualquier caso, la “invasión” o “conexión” argentina abrió un campo que fue especialmente fructífero durante los años posteriores. Y que ha tenido continuación hasta la actualidad, con la peripecia vital y musical de artistas tan importantes como Andrés Calamaro, Charly García, Fito Páez, Andy Chango o Daniel Melingo; y bandas “multinacionales” (en el sentido de contar con miembros de los dos países) como Los Rodríguez, Lions in Love, OVNI o Cápsula.[44][45]

Algunos mitos y equívocos sobre la “invasión” argentina

El productor Jorge Álvarez en 2012, tras su regreso a Argentina

Sobre el fenómeno del que trata este artículo existen dos mitos o equívocos que, con el paso de los años, han sido profusamente repetidos (sobre todo en la prensa musical y generalista de Argentina) y que deben ser aclarados.

El primero pretende que, a la llegada de los músicos suramericanos en 1975-76, España carecía de una escena rock propia y reconocible; y que fueron los argentinos los que sembraron las semillas para hacer que ésta germinase tras la muerte del dictador Francisco Franco.

El segundo (que tiene todavía mayor difusión en el país austral) reconoce que en España sí había bandas de rock, pero que éstas usaban únicamente el idioma inglés para sus canciones. Y que fueron los músicos argentinos los que (literalmente) enseñaron a cantar en castellano a los grupos españoles, mostrándoles que podía hacerse rock en el propio idioma. De forma que fue gracias a ellos como comenzó a usarse el castellano en el rock español.[46]

Ninguna de las dos afirmaciones es correcta. En España, como ya se ha explicado, el rock era un género arraigado y vivo, que había ido desarrollándose y evolucionando ininterrumpidamente desde finales de los años 50, que experimentaba un auge continuo desde los años 60 y que incluso había conocido, puntualmente, el éxito internacional (incluido en el mercado anglosajón). De hecho, de entre todos los países de lengua hispana, sólo la escena rockera argentina podía compararse con la española en cuanto a potencia, arraigo y riqueza. Por otra parte, en ningún momento se había dejado de utilizar el castellano en el género. Es cierto que durante la primera mitad de los 70 y con el auge del movimiento progresivo, el inglés había sido la lengua más empleada. Y que ése era también el idioma en el que estaban interpretados los éxitos internacionales de finales de los 60. Pero hay que precisar que el inglés solía simultanearse con el español; siempre existieron bandas que emplearon de forma exclusiva su lengua materna; y, por último (esto es muy importante), a partir de 1974-75, justo antes de la llegada de los argentinos (y tras la desaparición de la corriente "underground"), el castellano había sido recuperado de forma generalizada por los movimientos urbano, sinfónico y andaluz, hasta hacer del empleo del inglés algo puramente anecdótico.[47][48]

Ariel Rot, antiguo miembro de Tequila y Los Rodríguez. Todavía en activo en las escenas de los dos países a día de hoy

Los dos mitos tienen su origen, por una parte, en la ignorancia mutua entre las dos escenas (en este caso concreto, la de la argentina con respecto a la española). Y, por otra, en artículos y tesis surgidas en España pero malinterpretadas por la prensa musical y generalista del país suramericano. Así, lo de la inexistencia del rock español antes de la llegada de los músicos argentinos (y de la muerte del dictador Francisco Franco) procede de una visión sesgada (pero muy repetida por un sector de la crítica española cuyo concepto del rock es muy limitado, ya que sólo abarca subgéneros cercanos al heavy metal, al punk y a otros sonidos “duros”) según la cual antes de la aparición del Rock urbano, no existía rock en España, pues todo lo anterior era, simplemente, pop. A eso se unen opiniones de tipo “autorreivindicativo” de productores, músicos y críticos musicales que, en un loable intento de dignificar y dar la importancia que se merece a la escena española de mediados de los 70 frente al ninguneo que sufrió durante los años 80 (tras la eclosión del punk, la nueva ola y, sobre todo, La Movida) han caído en cierta magnificación hiperbólica y, lo que es peor, en el mismo defecto que ellos achacan a sus detractores pro-nuevaoleros; esto es, en negar la existencia e importancia de todo lo anterior.

En cuanto al segundo (y más insistente) mito, el de que fueron los músicos argentinos los que enseñaron a cantar en castellano a los españoles, el origen es mucho más claro; y también obedece a un problema de mala interpretación casi idéntico al anterior. Todo arranca de una serie de artículos escritos, a lo largo de los años, por el prestigioso crítico musical español Diego A. Manrique. En ellos, el periodista homenajea a los miembros de la “invasión argentina” llegada a España a partir de 1975-76 y, sobre todo, resalta la calidad e importancia de sus aportaciones a las escenas españolas entonces vigentes (y, en consecuencia, a la historia del rock español). Algo que siempre ha defendido. De hecho, suya es la frase literal sobre la supuesta “enseñanza y aprendizaje”. Pero, como ha aclarado también en múltiples ocasiones, su afirmación es en realidad un recurso literario, una hipérbole perfectamente válida en el contexto de un artículo laudatorio, reivindicativo y hasta entusiasta; pero que, desde luego, no debe ser tomada al pie de la letra.[49] El problema es que sí se ha tomado al pie de la letra, sobre todo por parte de determinado sector de la crítica argentina (y a veces, incluso por algunos españoles).[50]

En cualquier caso, y aunque debe quedar claro que los miembros de la “invasión argentina” de mediados de los 70 no crearon ninguna escena en España (sino que se integraron en las ya existentes); ni enseñaron a cantar en castellano a los españoles (porque ya venían haciéndolo desde el principio, a finales de los 50); sí es fundamental resaltar la importancia, calidad y originalidad de su aportación al rock español, algo que no puede ser puesto en duda.

Discografía seleccionada (álbumes)

Véase también

Referencias

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  45. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  46. Biografia de Moris en La historia del Rock argentino
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