Audiovisualogía

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El significado etimológico de la palabra audiovisualogía está vinculado, por un lado, con el término audiovisual, que refiere al medio relacionado conjuntamente con la vista y el oído y, por el otro, a logía, que refiere a logos, en griego tratado, conocimiento. Por ende, se debe comprender la audiovisualogía como un estudio del medio audiovisual que, ante su tan amplia acepción, podría estar relacionado ya sea con el cine, como con la televisión u otros.

También es factible entenderlo como el medio y arte que conjuga en su montaje imágenes fijas proyectadas (diapositivas o soporte digital), acompañadas de sonidos de distinta naturaleza significando, así, un lenguaje diferente al del cine al no utilizar la imagen en movimiento.

Si bien fue conocido en Francia como diaporama[1] en 1950, su nombre actual de audiovisual es fielmente aceptado en numerosos ámbitos, como en algunas instituciones del Reino Unido, entre éstas, fotoclubes y otras de alto nivel artístico, como la Royal Photography Society.

Desde esta perspectiva, también es posible desarrollar una teoría acerca del arte audiovisual, comprendiendo entonces por éste, al lenguaje que combina imágenes fijas (fotografías con sonido), en un montaje que por su condición es exhibido al igual que en el cine, en una sala destinada a tal fin.

Antecedentes históricos

El audiovisual constituye un medio de expresión antecesor del cine. En efecto, las proyecciones de imágenes fijas tienen mucha antigüedad. En 1660 Athanasius Kircher inventó una de las primeras linternas mágicas que funcionaban como verdadero proyector, que alcanzaron una gran divulgación posterior.

Inclusive, desde otro punto de vista, se podría considerar como primer espectador audiovisual de la humanidad al hombre prehistórico, que contemplaba azorado los cielos estáticos y el paisaje, en conjunción con los sonidos de la naturaleza provenientes de los animales y de las tormentas. Las pinturas rupestres en el interior de las cavernas, terminaron representando la primera pantalla de la humanidad en el interior oscuro de un recinto.

Mucho tiempo más tarde, Louis Daguerre y Charles Marie Bouton fueron los primeros constructores de los panoramas, o sea, salones de grandes dimensiones con telones pintados sobre los que se proyectaba la luz en forma cenital para dar ilusión de realidad. En 1822 el diorama,[2] construido por ambos, llegó a ser la expresión más acabada del audiovisual actual, al modificar el panorama mediante la disposición de varios telones superpuestos con temas de la naturaleza, que producían un efecto cambiante al pasar de una imagen a la otra por efecto de disolvencia, todo esto acompañado de sonido con un principio de acción, desarrollo y final.[3]

El audiovisual como arte

Uno de los principales fundamentos que definen este medio como arte es su vinculación con la pintura. Si las condiciones se dan así, y el sonido que lo acompaña representa una expresión también estética, la actitud de contemplación separa al audiovisual del mundo físico viviente del movimiento del cine y de los otros medios.

La actitud de contemplación plástica implica de por sí una espiritualización de las emociones, donde prevalece el espíritu clásico.[4]

Jean Leirens ya había expresado que hay dos formas de representar el tiempo. Una consiste en representarlo tal cual, y la otra, en desbordarlo. La segunda, señalaba, pertenece precisamente a la creación poética.[5]

Eugenio Montes, al escribir sus Elementos de Filmología, anunciaba que la vocación del clásico consistía en la quietud, porque solo estando las cosas quietas consistían en algo. Por el contrario, cuando se movían, ya le parecían al clásico inconsistentes. Por eso, el espíritu antiguo culmina en la actitud escultórica del mejor gesto, fijado bajo una especie de eternidad. Eso es lo que hace la diferencia con el cine, que culmina su expresión en el arte del movimiento.

Otro fundamento que justifica al audiovisual como arte es el uso de la música que, volcada en forma concordante con las imágenes fijas, crea una nueva expresión estética estableciendo un camino distinto, quizás bastante inexplorado, acentuando aún más la actitud de contemplación.

El montaje audiovisual

Considerando estos principios, el montaje audiovisual puede estar referido a dos aspectos: el intrínseco, que alude a la vinculación estética de una toma con la siguiente, obteniendo así distintas formas tales como la analogía, el contraste y otras. El otro aspecto es el montaje extrínseco, que es el modo de punto de unión entre una toma y la que le sigue pudiendo ser, por ejemplo, por corte o por la denominada disolvencia o fundido encadenado entre una imagen fija y la que le sigue.

Al igual que en el cine, las formas de montaje intrínseco son muy variadas y representan un elemento sustantivo para el análisis de la construcción del lenguaje audiovisual.[6]

Diferencias con el cine

Análisis del movimiento en el audiovisual y en el cine

Mientras que el audiovisual conecta siempre con un pasado de carácter insondable, el cine nunca puede desemparentarse del tiempo presente, porque constituye su representación física. Los pocos filmes que tienden a una evocación de imagen detenida, lo hacen solo por momentos, para volver luego a lo que es su medio natural.

En el audiovisual, el único movimiento expresado lo constituye el del montaje extrínseco de cambio de una toma a la siguiente, y si bien en el cine esto también sucede, se le agrega el movimiento interno de objetos y personajes de cada una de las tomas correspondientes a su montaje intrínseco, movimiento que no se produce en el audiovisual.[7]

Mientras el desarrollo de la estética del movimiento tiene para el cine su fin como medio artístico de expresión,[8] en el audiovisual el camino es otro, más ligado a la contemplación.

Fuentes

Arnheim, Rudolf. El cine como arte. Buenos Aires. Editorial Paidós. Buenos Aires. 1986.

Jorge Luis Farjat. Teoría Audiovisual. Colección de Arte y Memoria Audiovisual. Buenos Aires. 2004. ISBN 987-43-6843-8

Jorge Luis Farjat. Audiovisualogía. El audiovisual como arte y medio de comunicación. Colección de arte y memoria audiovisual. Buenos Aires. 1979. ISBN 950-43-3879-8

Jorge Luis Farjat. El arte audiovisual. Fotografías proyectadas unidas al sonido. Colección de arte y memoria audiovisual. Buenos Aires. 2015. ISBN 978-987-33-8442-4

Millingham, F. Porque nació el cine. Buenos Aires. Editorial Nova. 1945

Rafaél C. Sánchez. Montaje cinematográfico. Arte en movimiento. Editorial La Crujía. Buenos Aires. 2003. ISBN 987-1004-38-9

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